Hacía tiempo que no me enfrentaba a una energía tan oscura como la que tuve ocasión de enfrentar hace no mucho tiempo de nuevo. Hacía años para ser exacta.
Comencé con el trabajo energético serio en la Shanga de mi Maestro Losel Tedzin. Acudíamos todas las semanas y, una vez finalizada la "clase oficial", nos quedábamos 3 alumnos con él hasta altas horas de la madrugada para ahondar en el trabajo energético complejo. Uno de esos 3 alumnos era yo. La verdad es que nunca entendí muy bien como llegué a entrar en el grupo. A mis ojos yo era la menos experimentada, pero el Maestro, sin duda, algo debió percibir.
Fue un tiempo de grandes descubrimientos, pero sobre todo de pérdida del miedo a enfrentar egrégores energéticos que en la cultura tradicional se nos enseña a temer y evitar. Como comentaba, mis otros dos compañeros llevaban más tiempo que yo. Uno de ellos era especialista en exorcismos, el otro en cirugía astral, así que podéis imaginar los temas que tratábamos.
Poco a poco fui cruzando el velo para llegar a ver lo "no visto" y a la vez descubrí mi facilidad natural a acompañar a los que van a morir y a los recién fallecidos para ayudarles a superar el miedo que supone dejar este plano para muchas personas. Paralelamente también comencé a percibir egrégores que se perdieron en su camino hacia el otro plano, y perdidos en este buscan cuerpos que les faciliten la energía necesaria para continuar aquí.
Pasado un tiempo entendí que muchos egrégores ni siquiera son "almas en pena" como suele designarlas la cultura popular, los pensamientos propios y ajenos también pueden convertirse en egrégores cuando se los alimenta de forma desmesurada desde la energía del miedo, el odio o el deseo.
Quizá la experiencia más impactante que tuve por aquel entonces fue la de extraer un arpón energético que dejó un gurú espiritual en una compañera de la Shanga. Él la había deseado sexualmente y, al no poder consumar su deseo, no sabemos muy bien cómo, dejó un arpón energético en su espalda que la tuvo en jaque un par de meses. Fue durante una sesión de Reiki por parejas que hice con mi compañero el exorcista, cuando nos percatamos de que había algo en ella que no permitía el flujo de la energía. Cuanto más empujábamos él desde la cabeza y yo desde los pies más resistencia sentíamos. El Maestro nos guio para poder eliminarlo de forma segura para todos los implicados y para todos los presentes en la sala.
Lo que siempre se me quedó presente de aquella situación es que en ningún momento sentí miedo. Si respeto por lo que estaba ocurriendo, pero no había miedo. Había una especie de voz interna que me guiaba para ir tomando decisiones y acciones en cada momento. Fue un trabajo realmente gratificante.
Y justo esa misma sensación de no tener miedo y saber como manejarme, pese a los años que transcurrieron entre una y otra experiencia es la que me acompañó hace poco. La situación bastante inesperada y muy bizarra nos pilló a todos los presentes por sorpresa. Cuando quise darme cuenta ya estaba frente a frente con un egregor resentido, lleno de odio y dolor, uno que por primera vez se dirigía a mi directamente a través de la voz de su huésped, retador pero asustado al no encontrar temor ni en mi voz, ni en mis ojos, ni en mi mente, ni en mi corazón.
Y es en esa firmeza cuando el encarnado puede tomar control de la situación y dar órdenes al no visible para evitar que dañe a cualquier persona presente a su alrededor, incluyendo al huésped que habita. Incluso se le puede ordenar abandonar un lugar concreto y no tendrá más opción que hacerlo.
Las claves: evitar el miedo y dejarse guiar por el Amor y el Bien Mayor para todos los implicados.
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Que la Luz, el Amor y la Conciencia acompañen tu camino,
Silvia Marco, Medicina Tradicional Europea.
Espagirista y Psicóloga Hermética.
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